Cuando yo empecé la residencia en San Sebastián, teníamos como administrador único a un señor manco cuyo nombre olvidé hace años y que con toda justicia era conocido bajo el apodo de “El Manco”. Era hombre de pocas palabras pero escuchaba con atención cualquier petición de índole económica. Tomaba decisiones acerca del instrumental quirúrgico, de la bolsa de viaje de un médico para visitar a un compañero en Cuenca y escuchaba impasible nuestras críticas sobre la repugnante cena durante la guardia.
ERA HOMBRE DE POCAS PALABRAS
Finalmente, una vez creía haber entendido el problema, colocaba un pesado pisapapeles sobre el papel y firmaba o no la aquiescencia divina. Estaba auxiliado de una secretaria coja y soltera que para colmo de males desarrolló una fulminante alopecia que fue objeto de todo tipo de especulaciones ya que se atribuyó, probablemente de forma equivocada, a un trastorno psicológico secundario a determinados requerimientos contra natura por parte del administrador.
Y ese era el departamento de gestión económico-administrativo.
De repente las cosas empezaron a cambiar. Apareció el departamento de gestión, el de compras, el director gerente, el director médico. Hicieron un edificio anexo al hospital que fue creciendo en espacio y en personal.
Para organizarlo todo correctamente y poder acercar la sanidad al ciudadano, se crearon 17 autonomías, con sus 17 consejeros de sanidad y un largo elenco de gestores muy cualificados cobrando de nuestros impuestos.
LAS COSAS EMPEZARON A CAMBIAR
Para no quedarnos desfasados, entramos en la Unión Europea a cuyo parlamento hemos enviado nuestros representantes acompañados también de sesudos expertos y otros soplapollas para que gestionen nuestros intereses…
A veces da la impresión de ir tirando de un carro en el que gente y mas gente se sube. Cada vez hay más gente subida y cada vez menos gente tirando.
Me duele España y me duelen mis putos huesos de tanto y tanto tirar del carro.